quarta-feira, 7 de setembro de 2011

6- TRIUNFO DE ORFEO


TRIUNFO DE ORFEO

Anónimo Anónimo


Tracia recibió con toda pompa a su héroe argonauta y las familias nobles le hicieron contar su aventura muchas veces, disputándose el honor de tenerle como invitado por unos días en sus palacios.
Orfeo declamaba su relato en prosa o verso, acompañándose con su lira y, al final, como trofeo de guerra y prueba de su hazaña, mostraba a sus conciudadanos una cesta con tapa de la que salía, contorsionándose, una pequeña y delgada cobra, cuando tocaba la flauta sentado frente a ella.


Al dulcificar el ritmo, la serpiente crecía y se convertía en una bella mujer de larga y ondulada cabellera rojiza, ojos cautivadores y busto perfecto, que seguía teniendo cuerpo de reptil de la cintura para abajo y que danzaba vibrando, sin casi moverse del lugar, con sensuales y muy elegantes movimientos de sus bien torneados brazos, ornados con brazaletes de cascabeles de oro, mientras mecía su cola al compás de la música.
Entonces Orfeo le daba una mayor intensidad a la música y la maga Llilith se volvía del color del fuego y se convertía en el grande, repugnante y pavoroso dragón que había guardado el Vellocino de Oro, comenzando a arrojar hacia el techo tremendas llamaradas por la boca, para gran espanto y maravilla de los asistentes.



Cuando más aterrados se encontraban, el bardo dulcificaba de nuevo su sonido y la bestia volvía a ser una atractiva mujer-reptil, que se inclinaba reverente y besaba con amor los pies de su amo.
Por fin Orfeo regresaba al ritmo del inicio y ella se transformaba en una pequeña cobra, entraba en la cesta con una última inclinación hacia su encantador y se enroscaba en ella plácidamente, hasta que le cerraban la tapa. Todos se quedaban después aplaudiendo entusiasmados el extraordinario dominio de las vibraciones que había alcanzado el músico.
-No se trata tanto de dominar las vibraciones –explicaba él-, sino de dominar la atención de los demás, de captarla de tal manera que se sorprendan y se olviden por un momento de sus preocupaciones, planes e intereses personales, de que bajen la guardia un instante y se abran, vamos... Y ese era el arte de esta maga, Suma Sacerdotisa de Hécate en la capital de la Cólquide, y por eso le encomendaron la defensa del mayor tótem de su patria, la piel del Carnero Sagrado, un antiguo símbolo de la raza Aria y un recordatorio de como La Gran Diosa Triple de los pelasgos, sus descendientes, se había burlado de los Dioses Olímpicos de los griegos en Ptía.  
Primero se aparecía danzando sin música, en forma de mujer-serpiente, a quienes lograban entrar en el bosque sagrado donde estaba colgado el Vellocino de Oro. Ellos se quedaban fascinados por su belleza y abrían su atención.

En ese momento se hacía ver como dragón espantoso que arrojaba llamas por la boca y los invasores se veían obligados a abandonar el bosque corriendo, para caer en manos de los guardias. Algunos hasta murieron o se desvanecieron allí mismo de terror, aunque sólo se trataba de una ilusión hipnótica.-
-¿Y como lograste capturarla? -preguntaban sus admiradores.
-Afortunadamente, la maga Medea, también sacerdotisa de Hécate, hija del rey Aetes de la Cólquide y hermana menor de Llilith, se enamoró de Jasón, el jefe de nuestra expedición, y su ciega y baja pasión por él le llevó a traicionar a su padre y a todo su linaje. Fue ella quien nos ayudó a penetrar en el bosque sagrado y quien nos enseñó como podríamos neutralizar a su hermana.

Así, en cuanto apareció en su forma más atrayente y comenzó a danzar para nosotros, yo me esforcé en no mirar hacia sus ojos ni en ser captado por la sensualidad de su cuerpo, sino en concentrar toda mi atención exclusivamente en los movimientos de su danza silenciosa, hasta que pude descubrir sobre que tipo de ritmo interno danzaba. Inmediatamente, me acompasé a él con mi flauta durante un momento y lo fui elevando de tono hasta que, de repente, lo cambié.
Ese fue el instante en que ella se quedó sorprendida y perdió la concentración y el control de su farsa. Dejó de intentar prender nuestra atención y se abrió a la mía.
Justo en ese momento de apertura, detrás de mí, mientras yo tocaba, su hermana Medea le transmitió, por medio de un conjuro, la misma pasión por mí que ella había desarrollado por Jasón; así que cuando, siguiendo sus indicaciones, la llamé por su nombre, vino hasta mí totalmente fascinada. Y cuando le ordené que se convirtiera en una cobra pequeña y que entrara en mi cesta, lo hizo y cerré la tapa.
Desde entonces es mi rendida esclava, nada tengo que temer de ella, porque me ama con locura, y sólo he de tocar la misma música que entonces, para que realice todas las transformaciones que habéis visto, siempre bajo mi atento control... Dominio de la atención, amigos míos. Esa fue la clave que nos permitió apoderarnos del Vellocino de Oro –terminó el bardo.

Orfeo se convirtió así, siendo tan joven todavía, en una gloria nacional, y bebió a tragos largos de la embriagadora droga de la fama, del halago y de la alabanza popular. Todas las comarcas de la gran Tracia y muchos reinos vecinos habían enviado invitaciones y regalos para convidarlo a que actuara ante ellos, contara la historia de los argonautas y mostrara la increíble mujer-dragón soltando llamas. La boda con Eurídice, largamente ansiada por ambos, se preparaba mientras tanto con gran júbilo.



Pero la maga-serpiente encantada, que estaba desesperadamente enamorada de su carcelero y rabiosa a morir de celos por la novia de Orfeo, intentó impedir la boda a toda costa.
Para ello, fingió redoblar su sumisión al máximo, hasta que él quedó tan convencido de que estaba totalmente dominada, que a veces le permitía circular con libertad por su casa o tomar el sol en su jardín, tapiado con muros, en su forma de cobra.
Cuando venía una visita o cuando caía la noche, le bastaba con tocar la flauta y la cobra venía a inclinarse a sus pies, desde donde fuera que estuviese, y se enroscaba en la cesta en cuanto se lo mandaban.
            Así fue como una tarde, cuando tomaba el sol enroscada sobre el muro, vio venir por el camino a un hombre tan apuesto que lo que quedaba en ella de mujer se conmovió.
Aunque no lo conocía de nada, tras apreciar positivamente su estampa, la maga-serpiente fraguó de inmediato el plan de servirse del encanto de sus hermosas formas viriles para intentar seducir a la novia de Orfeo, a fin de apartarla de su amado.
Hizo sonar su siniestro silbo de cobra y él volvió inmediatamente su mirada hacia el muro, donde se encontró con la concentración total de Llilith, que lo hipnotizó y que cargó su imaginación telepáticamente, por unos minutos, con una serie de imágenes elaboradas por ella, que lo dejaron muy condicionado. Luego bajó del muro hacia el jardín.


 Cuando el hombre despertó del hechizo, su mente no recordaba el trance, pero estaba dominada por una obsesión: encontrar en el llamado Bosque de las Ninfas a Eurídice y enamorarla y poseerla para siempre.

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