quarta-feira, 7 de setembro de 2011

40 (1)- SOBRE LOS MITOS


SOBRE LOS MITOS

Capítulo abierto a la creatividad

Jacín llenó las copas de madera y brindó: -Estimular la fe en el propio valor y amor de nuestros oyentes es la esencia y la ética de nuestro oficio, Orfeo...  y ya que tú eres un pelasgo de Tracia con cultura griega, me gustaría saber lo que piensas de vuestros propios mitos, tan variados y fantasiosos... Yo los oigo cuando voy por los puertos o a los festivales, me agradan y los canto para otros, a mi manera y desde mi propia mentalidad, naturalmente, pero no puedo creer en ellos. Ni espero que se los crea mi público.
 -Tampoco los griegos se los creen ¡Buenos son ellos para creer! -ironizó el tracio-. a menos que sean niños o personas muy simplonas. La gente mínimamente aguda percibe que son formas metafóricas para aproximarse a realidades bien difíciles de definir, pero que se sienten si uno es sensible. Nuestra cultura es una barquilla sobre un océano de misterio. Los mitos son una manera en que los pueblos, a lo largo de muchas generaciones, dan nombre a las distintas caras de lo desconocido, a fin de poder jugar con ello. Las historias de Afrodita, por ejemplo, sirven paran hacernos reflexionar sobre como se comportan nuestros deseos y sentimientos... la de Crono describe como el tiempo va devorando a sus hijos y como él mismo es destronado por una nueva era, cuando ya ha pasado su época...
-¿Y la devoción a los dioses, a quienes los mitos dan personalidad? -preguntó Jacín.
-Eso no viene mal –respondió Orfeo-. Para mi sentir está claro, aunque no lo puedo explicar con la razón, que existe una Inteligencia Cósmica que sostiene armónicamente la complejidad de la Vida Universal y, dentro de ella, mi insignificante vida personal. Entonces le llamo a esa inteligencia vital “La Gran Diosa, o el “Padre-Madre Universal” y le agradezco cuando puedo comer, o cuando disfruto de un buen vino y de una compañía amable e interesante, como ahora. Y me siento menos solo cuando subo a lo alto de una montaña y puedo felicitar a la Diosa, en mi interior, por la belleza y la grandeza del mundo que esa inteligencia creó y sostiene.

-Bien -dijo el pirenaico-. Eso es fácil de entender, la consciencia humana capta la divinidad indefinible de la vida y le da un nombre de Diosa o Dios para comunicarse en su interior con el Todo del que forma parte.
-...Con lo cual se siente conectada y comunicada con todo –siguió Orfeo-. La devoción, con minúscula, es una atención amorosa a algo, el estado necesario de apertura para gozar de los beneficios del amor, ya sea para proyectarlo o para permitir que nos llegue.

Agora bem, a Devoção, com maiúscula, parece-me que é la demanda continua das nossas almas para que nossa personalidade humana se ligue e rinda y sa algo superior, a ela, a la propia Alma, al Maestro externo ou Interno, al Yo Superior, a Deus, que es el RealOrigem de la demanda, para poder evoluir além dos tres corpos inferiores, o físico, o emocional e o mental –concreto, ese intelecto curioso que só quer saber por saber, mas que não aplica a se aperfeiçoar as muitas teorías que já conhece sobre auto-aperfeiçoamento.


-Muy bien –respondió Jacín-. Pero ¿cómo es que unos llegan a hacerse tan devotos de Hermes o Atenea o Apolo o Hécate, que hasta pueden olvidarse de la Divinidad Madre en sí, que es el origen de todas esas fuerzas?
-A mí me parece que decir Madre es una forma más entrañable de decirlo, o Padre, ya que la Divinidad no tiene sexo y tiene, al mismo tiempo, todos los sexos y caras que ella misma imagina (supongo que a través de nosotros) y que convierte en realidades vivas sobre el plano de su propia manifestación al imaginarlas... No creo que nadie un poco sensible llegue a olvidarse completamente de esa Totalidad Divina a la que llamamos La Madre o El Padre... En cuanto a los aspectos específicos de la divinidad, aunque yo sepa siempre que sólo son las caras parciales del Conjunto, es fácil de entender que cuando estoy en medio de una tempestad sobre un navío, o ante un seísmo, me da más fuerza el rezarle al aspecto de la divinidad llamada Poseidón, rey específico del mar o de los terremotos, que a la Diosa o a Zeus.
-...¿Lo mismo que invocar a las Musas cuando vamos a cantar? –apuntó Jacín.
-Eso es, o a Hermes en medio de un negocio o de un viaje... en realidad estamos dirigiéndonos a las potencias específicas de nuestro interior o del cosmos para que nos ayuden en un lance específico. Y no cabe duda que alguno de nosotros, a la hora de confiarse a sus potencias, sabe que puede confiar más en su Ares, el ímpetu, que en su Hermes, la diplomacia, porque lo maneja mejor, dado su carácter natal... o lo inverso.
-Orfeo, yo no quisiera para nada ofenderte –se atrevió a decir el íbero con circunspección- pero me da la impresión de que los dioses griegos están tan llenos de pulsiones emocionales como los hombres, incluso pulsiones negativas, como la falsedad, la lujuria, la envidia, la cólera, la crueldad, la prepotencia... y que pueden ser muy inmisericordes y destructivos.
-No me ofendes, amigo, es verdad lo que dices –contestó el tracio-. Nuestros dioses del Egeo, tal como normalmente los concebimos, no son sino nosotros mismos en un plano de mayor libertad, conocimiento y poder, pero todavía en un plano de dualidad y competencia, que se acentúa cuando se relacionan dioses y diosas, o cuando se agrupan en bandos contrapuestos, sirviéndose de los mortales, además, como peones de sus juegos de ego.
-A mí me gusta tener como modelo y centrar mi confianza en un dios que está por encima de todos esos juegos de ego y de dualidad –dijo Jacín.
-Ya lo he visto... cuando relataste la historia de Pyrene la introducías con la cosmogonía de los atlantes contada por su abuelo, a partir de un Ser Eterno que se manifiesta en este plano como un dios andrógino del cual salen todos los dioses duales que normalmente se conocen... –observó Orfeo-... Jacín, eso no es nuevo para mí, pero en el mundo del que vengo, ese conocimiento profundo obre el carácter impersonal de la Divinidad se reserva para los iniciados que lo buscan con el máximo interés y que tienen cabeza para entenderlo. Dárselo gratuitamente sin que te lo pidan a quienes son incapaces de comprenderlo, es como arrojar perlas a los cerdos. La inmensa mayoría de la gente no puede relacionarse con un Dios origen de todo, único y perfecto... pero tan elevado, distante y abstracto que, ante él, somos apenas como una gota de agua más para el pez que va por el mar.
Tu relato estuvo muy bien, pero tus oyentes sólo te empezaron a atender con comprensión e identificación cuando empezaste a hablar de los conflictos de poder y sentimientos entre la Diosa y sus parejas sucesivas o entre padres titánicos e hijos olímpicos. Eso les suena conocido y real, tiene imagen y materia, es comparable a lo que encuentran en su casa y en su comunidad. Lo anterior les deja fríos.
-Pero el mundo seguirá como está mientras no nos preocupemos de elevar la mentalidad de la mayoría... Nosotros somos comunicadores –dijo Jacín con pasión-, tenemos un deber, un compromiso con nosotros mismos ante nuestra propia capacidad, debemos dar lo mejor de la verdad que hemos recibido y comprendido.
-Mi padre decía que el vino del conocimiento puede ampliar la mente –recordó Orfeo- pero que igualmente puede encerrarla y fanatizarla. No se puede dar vino a los niños. No es prudente entregar conocimiento a quien no está preparado para aprovecharlo como es debido. Además, tampoco debes preocuparte tanto por tu compromiso ante el mundo, creo yo: cuando uno está preparado, el conocimiento, simplemente, aparece. Así ha sido siempre conmigo.
-Perdona, pero creo que eso es una manera aristocrática de verlo –se empeñó el íbero-. Se ve enseguida que tú has sido finamente educado desde tu nacimiento, que eres un privilegiado. ¿Sabes lo que me ha costado a mí comprender lo que ahora canto? El conocimiento debería estar a disposición de todos. Claro que los reyes y sacerdotes saben que el conocimiento es libertad y es poder. Y se lo reservan para ellos y prefieren que sus pueblos sigan sin pensar, porque así son más manejables.
-También hay verdad en eso que dices. Pero, en lo que a mí se refiere, yo sólo he podido aprender lo más importante con dolor, esfuerzo de búsqueda y sacrificio, igual que tú. No me lo enseñaron mis padres ni mis profesores, sino la vida. Por eso estoy seguro de que no sirve de nada contarle a la gente cosas que no tienen interés en buscar, porque nunca las han vivido. Eso no es misión nuestra. El conocimiento no está oculto, está en todas partes –y recorrió el entorno con un gesto circular-. Es personal e intransferible y a cada individuo se lo pondrá la vida en su camino y en su propio sentir cuando llegue el momento.

-Entonces, según tú –suspiró Jacín-, aparte de entretener, divertir y estimular las emociones de la gente como hacen los bufones ¿Qué es lo que hacemos los vates cuando contamos un mito ante una hoguera?
-Pues lo que hacemos es mostrar, por medio de metáforas, algo que tiene una enseñanza práctica frente a la vida, como los cuentos que las madres cuentan a sus niños, mostrando como en tal situación, usar nuestro Hermes en lugar de nuestro Ares puede conducir a éste o aquél desenlace, sobre todo si anda Afrodita por el medio, por ejemplo. O, por lo contrario, si es Hades el que anda.  Esa enseñanza, esa lección, es lo que cuenta y lo que se graba en la memoria...  esa lección que sale del cuento nos educa y nos entrena mentalmente para barajar posibilidades y tomar decisiones cada vez que llega el momento en que hay que hacerlo... la verosimilitud o inverosimilitud del mito no me parece tan importante como esa enseñanza que contiene.
-¿Incluso cuando el mito se refiere a las historias tribales o nacionales?
-Incluso entonces- contestó Orfeo –. Al fin y al cabo, lo que llamamos Historia no es sino un cuento más que se puede contar de muchas maneras, como bien lo saben esos cuentistas oportunistas que son los políticos...  yo soy un artista y no un historiador o un político y cuando alabo a los íberos en casa de los íberos, que me trataron como un amigo, contando una historia en la que los íberos pueden sonreir orgullosos y quedarse muy contentos, nadie me puede llamar traidor o mentiroso porque luego haya a contar una historia parecida a los aqueos en su propia casa, en la que quienes quedan como héroes enfrente de los íberos son ellos...
-Claro, los mitos, mitos son –concordó Jacín-. Y quien quiera convertirlos en dogma de fe o usarlos para despreciar a los demás, no es culpa del mito ni del bardo, sino de su propia cerrazón mental.
-Yo soy un constructor de mundos mentales y sensibles y puedo crear y tomarme todas las licencias creativas que me parezcan adecuadas para edificar una historia más brillante. Ahora bien, a mí me gusta, si es posible, documentarme y componer historias lo más verosímiles, imparciales y convincentes que pueda, aunque a veces tenga que hablar de dos héroes que vivieron en dos épocas diferentes, por ejemplo... pero no me importa, si no están disparatadamente alejadas en el tiempo.
-Estoy de acuerdo –dijo Jacín sonriendo-. Quien quiera datos históricos “veraces”, que le pregunte a los ancianos de la tribu... cuando yo lo hago, cada uno me cuenta la misma batalla de una manera diferente...
- Lo que para mí importa, como aedo, o bardo, o artista –remató el tracio-, es el gusto de la historia misma y la reflexión, el mensaje interno que el mito produce en los oyentes. Y le concedo mayor valor si la reflexión es dignificadora, liberadora o un estímulo al crecimiento evolutivo. Pero siempre calibrando el nivel de interés y comprensión de quien me escucha y poniéndome a ese nivel, no pretendiendo que ellos accedan al mío.
-Yo pienso que eso es lo positivamente esencial del arte y de la vida, -dijo Jacín- y lo único que, en verdad, nos vamos a llevar en la memoria del alma cuando salgamos por fin de ella.

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