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TELA DE ARAÑA
La cascada era unverdadero santuario de la Gran Diosa, como todos estos lugares suelen ser. En un lugar así las mujeres parecen encontrarse en su elemento natural, que se exalta con la humedad, con la semipenumbra, con los movimientos flexibles y suaves y con el olor a tierra mojada... así como lo masculino se realza en lo seco, lo solar, el dinamismo contundente, el vuelo hacia la altura y la esforzada marcha.
Desnudas y entrando en la laguna, las tres sacerdotisas aparecían ante los ojos de Orfeo y Museo como la consagración de la feminidad, tal como los hombres la sueñan. Aglaonice nadó hasta el pie de la cascada y escaló la roca sobre la que el agua se precipitaba.
Aglaonice, que estaba muy sensible, entendió que el poema era una metafórica alusión a que la embriaguez del método dionisíaco para olvidar las penas y disfrutar de la vida a rienda suelta no era más que una solución pasajera, mientras que el autoanálisis profundo y sincero del método apolíneo visaba ir a la raíz del problema, a comprenderlo y a tratar de trascenderlo para siempre. No quiso permanecer en la casa de huéspedes aquella noche y prefirió que descendiesen por el sendero, alumbrándose con antorchas.
Dejó que transcurrieran varios días antes de regresar a la montaña con sus dos amigas, para que su ausencia hiciese más grata la presencia. Cada vez que subían, se esmeraba más en la exquisitez de las viandas que llevaban (siempre vegetarianas, porque Orfeo se abstenía de carne) y en la perfección de la sincronicidad de sus flautas con la lira de Orfeo y con los instrumentos de sus otros acompañantes ocasionales.
En las conversaciones con el bardo procuró mantenerse siempre en el nuevo rol pasivo, femenino, discreto, estimulante sin convidar, que los griegos estaban tratando de establecer como conveniente y hasta como normativo entre sus mujeres, renunciando a la iniciativa directa y dejando, más bien, que el varón deseado se fuera envolviendo, por sí sólo, en la tela de araña que con paciencia tejía.
Para lo cual contenía ante él sus leoninos deseos de acción y de dominio, a los que concedía, sin embargo, total desahogo en las noches siguientes, en compañía de sus acólitas, durante la Fiesta del Sagrado Frenesí.
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