quarta-feira, 7 de setembro de 2011

24- ALCINOO DE LOS FEACIOS


ALCINOO  DE LOS FEACIOS  

Navegaron después con la “Astarté” hacia el Norte, hasta Corcyra, en la isla de los Feacios, Drepane, la de la forma de hoz, situada enfrente del país de Tesprotia, en el Epiro, que fue el primer lugar donde los antiguos aqueos se asentaron, tras venir de Occidente. Corcyra es el mejor puerto para cruzar navegando el estrecho de Otranto, a fin de llegar al sur de Italia, tierra de promisión, que se estaba llenando de ricas colonias griegas.
Orfeo se despidió afectuosamente de Beleazar y de los tripulantes de la “Astarté” y, seguido, subió al palacio del rey local, Alcínoo, para presentarle el mensaje del rey Laertes de Ítaca, pidiéndole que le recomendara al comandante de los tres navíos tirsenos.

Alcínoo era un hombre aún joven y determinado, culto y distinguido, de origen cretense, también pariente de Sísifo, que, habiendo tenido que emigrar de su ocupada Éfyra por causa de la opresión de los aqueos, se había convertido en rey de la fértil Feacia mediante su matrimonio con la reina pelasga, Arete, y fundó después la ciudad de Corcyra o Kerkira.            
Los feacios eran tan magníficos marinos, que hasta se decía que fue la propia Atenea quien les había enseñado a construir naves rápidas y a navegar con ellas. La pareja de dirigentes logró ponerse de acuerdo en una eficaz administración y diplomacia, abriéndose a los nuevos tiempos sin renunciar a los antiguos, con lo que se hicieron amigos de todos y el continuo intercambio de la nueva Grecia con Italia enriqueció al pequeño reino insular.
Sin embargo, Arete era una reina del Viejo Orden, Alta Sacerdotisa-Abeja de la Gran Madre en su isla. La tradición matriarcal exigía que su marido llegara a convertirse en rey consorte y jefe de guerra por un período limitado, siendo sacrificado a la Diosa antes de tres años, igual que sus hijos varones lo eran antes de haber cumplido uno, para que la reina pudiese escoger marido nuevo, más joven para tener hijos y más potente y temerario como jefe de guerra para el país. De esa manera no había peligro de que un varón retuviese por mucho tiempo el poder que correspondía legítimamente a las matriarcas y que éstas legaban a sus hijas.
Si el rey se resistía a obedecer la Ley, cualquier príncipe o campeón que se atreviese a desafiarle y a matarle podría aspirar a ser escogido como rey consorte por la Abeja Reina en su lugar. Sin embargo, en el mundo pelasgo se podía negociar hasta con la Diosa, y Arete estaba encantada con su marido, el caballeroso, sabio, elegante, firme y gentil Alcínoo, un hombre de los de verdad, de los de antes, uno de los últimos representantes vivos de la antigua aristocracia cretense que quedaban en toda la Pelasgia, alguien que hasta sentado en el trono de un reino pequeño parecía un emperador, en nada semejante a aquellos burdos helenos prepotentes y machistas, recién bajados de las montañas del norte con un hierro en la mano, aún oliendo a carnero.
Así que, para cumplir la ley, Arete hacía que su marido abdicase, cada tres años, en un niño que era sacrificado en lugar del rey. Después, la reina volvía a escoger a Alcínoo por otro período, con lo que la Sagrada Tradición, por mujeres creada, se adaptaba a lo que la conveniencia de las mujeres demandaba de ella, sin necesidad de reformarla.

Orfeo recordaba que, durante el regreso de los argonautas a Yolkos tras robar el Vellocino, una escuadra colquídea de ocho galeras de guerra los había finalmente localizado y bloqueado en estas aguas, con orden de aprisionarlos y devolverlos a la Cólquide para ser juzgados.
Pero Alcínoo se tomó muy en serio su papel de juez sobre lo que ocurría en su territorio y Arete se las arregló para casar esa misma noche a Jasón con Medea, con lo cual, según la ley patriarcal imperante en Grecia, donde se encontraban, la princesa se independizaba de su padre y no tenía por qué volver al reino caucasiano, al supuesto reclamo de su familia.
Además, según la ley matriarcal imperante en la Cólquide, como ella era la Sacerdotisa de Hécate guardiana del Vellocino tras la desaparición de su hermana mayor, Llilith, era libre de depositarlo en un templo de su elección donde estuviese seguro, pensara lo que pensara su padre que por muy rey que fuese, sólo era un varón ante la Diosa, sin autoridad en asuntos de su Religión. Realmente fue la sagaz intervención e interpretación legal de los reyes de Feacia lo que consiguió que la aventura de los argonautas acabase en un final feliz y triunfante.
Ahora, almorzando con ellos en su espléndido palacio ajardinado, Orfeo, rodeado de elegantes pinturas murales de temas marítimos y mapas, recordaba aquellos hechos, se enteraba de la evolución de sus antiguos compañeros y les agradecía a los monarcas su inestimable ayuda, deseándoles mucha felicidad y alabándoles por el patente esplendor de su reino.

-Nuestra prosperidad se debe a nuestra neutralidad –respondió Alcínoo-. Somos un puente entre un montón de reinos que están enemistados entre sí, por tanto nos necesitan como mediadores de sus inevitables intercambios. No solamente el puerto de Corcyra es el mejor lugar de paso entre Grecia e Italia, sino también entre ambos y los dorios y molosos del Adriático, que están en la ruta obligada hacia el centro del continente europeo, de donde traemos ámbar, lana y trigo.
-No sé casi nada de lo que pasa en el Adriático –dijo Orfeo-. Yo soy un hombre del Egeo ¿Y quienes son esos dorios de Dalmacia, majestad?  El capitán del navío fenicio que me trajo desde Creta a Corcyra me dijo que iba a llevar a los dorios de la costa dálmata la mayor parte de sus mercancías.
-Al norte de Grecia, a Occidente, hay un extenso país cubierto de montañas escarpadas y cortado por grandes torrentes de agua que se llama la Iliria; su litoral, lleno de islas y hermosas playas, la Dalmacia. Los helenos pasaron allí desde Italia -dijo el rey de los feacios, señalando un mapa pintado en una de las paredes de la sala-. Se cuenta que los aqueos dominaron ese territorio antes de seguir conquistando lo que hoy es Grecia.
Los dorios son los descendientes de los helenos que se quedaron en Dalmacia e Iliria, mezclados con los molosos y otros pueblo peores, más al norte, que sólo son unos salvajes que no han comenzado siquiera a desarrollar el mental concreto. Estos dorios –observó con preocupación Alcínoo- son más fuertes y numerosos cada año, y puede ser que un día decidan seguir hacia el sur, o que otros bárbaros irracionales los empujen, y nos darán a todos un gran susto.-
Orfeo se quedó mirando un rato el mapa y le extrañó ver repetidos por el sur y el este de Italia muchos nombres similares a los de las regiones y ciudades que él conocía en Grecia.  

-Tampoco sabía que los aqueos habían conquistado parte de Italia, mi señor... ¿A quién...? ¿...Quién estaba en Italia antes que los aqueos? -preguntó.
-...Los sabios cretenses contaban, amigo mío –la Historia era el tema favorito de Alcínoo-, que los pobladores más antiguos de Europa Occidental, incluida la península Itálica, que en aquel momento no estaba separada de lo que hoy llamamos la Griega, porque la conformación de las tierras y mares era bien diferente, eran llamados Ligures, seguramente descendientes de los Acadianos de la Raza Anterior a la Ariana, cuyo origen debió estar en las islas de Córcega y Cerdeña y el litoral de la Etruria itálica. Pero estos pueblos fueron invadidos por los Atlantes, nietos de los titanes lunares, que venían del Océano.
-¿Titanes lunares?
-Sí, se dice que Febe y Atlas eran titanes de la Luna, porque fue en la Luna, que  era parte de la Tierra durante un ciclo anterior, que sus mónadas encarnadas se individualizaron los primeros y se convirtieron en gérmenes de espíritus humanos, cuando la mayor parte de lo que hoy es la Humanidad aún se encontraban viviendo una evolución animal. El mito simboliza esa transición de la consciencia animal a la humana diciendo que los primeros hombres surgieron de los dientes de la serpiente Ofión.
            -Ahora me acuerdo, me lo contaron en cierta escuela…-dijo Orfeo discretamente- …El mito pelasgo de la creación decía algo así como que que al principio, Eurínome, Diosa de Todas las Cosas, surgió del Caos y se puso a ordenarlo a base de danzas sobre las aguas primordiales, sobre la matriz placentaria del planeta, para entendernos: su danza creaba vientos; el viento del norte, el Bóreas, se transformó en la serpiente Ofión, que fecundó a la Diosa. Ella tomó entonces la forma de una paloma, anidó entre las olas y puso el Huevo Universal, la serpiente se enroscó en torno y lo incubó, y de él salieron todas las cosas del mundo, tal como las conocemos. Pero ahí estalló la primera disputa entre los sexos: Ofión decía que el creador había sido él. Entonces, Eurínome le arrancó los dientes de un puntapié, de los que salieron los primeros hombres, y desterró a la Serpiente Primigenia a los Infiernos.
-Eso es, también yo fui iniciado en Samotracia, querido hermano –retomó su narración el rey sonriendo con complicidad y haciendo con la mano el signo secreto-  La cáscara del Huevo Primigenio fue separada de la Tierra, y es la Luna actual, un planeta muerto que todavía influye sobre lo que queda de animal en nosotros. Después,  la Diosa creó las siete potencias del nuevo planeta,  y puso cada una bajo el control de una titánide y de un titán, aquellos que entonces eran las consciencias humanas más adelantadas de la Luna, los hijos de los dientes de la serpiente,  los Dragones de Sabiduría que comenzaron a encarnar en la Tierra .  Este Atlas, o Atlante (encarnado como hijo de Poseidón y nieto del titán Crono), encabezó la dinastía de Reyes Divinos que durante miles de años reinó sobre un archipiélago de siete grandes islas que había por entonces en el Océano en lugar de los actuales continentes, Allí se desarrolló la Cuarta Raza, la de los Atlantes, que tuvo como la nuestra, la Aria, siete subrazas, la más gloriosa fue  La Tolteca, que creó un imperio mundial, más tarde declinaron y fueron sustituídos en el poder por las dos subrazas atlantes de los Semitas Originales, primero, y de los Acadianos, después.

La flota imperial de los Atlantes Acadianos, en lo más esplendoroso de su poder, se lanzó a conquistar las pequeñas naciones o tribus que ellos tenían al Este, acadianos como ellos, mas independientes, que eran las que poblaban la Iberia, la Italia y la gran Isla Argelina que se destacaba del mar que cubría entonces el Sahara. También conquistaron las islas del  Mediterráneo Occidental donde se había originado su subraza de navegantes y establecieron una base en donde hoy está la isla de Creta que, en aquel tiempo, estaba en gran parte unida al continente. Llevaron allí la magia de los herreros Telquines, grandes constructores de armas y de buques de guerra y, desde aquella plataforma, dominaron Siria, Canaán y el Delta del Nilo, con lo que Egipto, cuyos reyes eran de estirpe atlante, aunque independientes, tuvo que empezar a negociar su posible sometimiento, porque no tenía una flota que oponerles. Pero entonces los imperiales empezaron a ser hostilizados por las pequeñas embarcaciones de los únicos pueblos de navegantes mediterráneos que aún se les resistían, los descendientes de Prometeo que vivían en Italia y en Grecia, aunque esos nombres ni existían por entonces. Los Atlantes los llamaban Ligures o Lugures porque tenían al lobo, Lug, como tótem, igual que los caucasianos, ya que el lobo aúlla a la Luna, que era su Diosa principal.
Este Prometeo era otro titán, dicen que hermanastro del emperador Atlas, pero estaba desterrado de Atlantis por no querer aceptar los cultos egolátricos que allí se habían adoptado oficialmente, cuando los Magos Negros barrieron al Colegio de Iniciados que había regido el primer desarrollo de la Civilización Oceánica.

. Tiempo atrás, Prometeo, que consideraba  que su propia raza ya estaba sufriendo una degeneración irreversible y se sintió llamado a preparar a los pioneros de una Raza Nueva, había explorado las tierras de Anatolia  y, encontrando hermosa a la hija de un jefe caucasiano, Helen, sacerdotisa de la Gran Diosa, tuvo hijos con ella, que fueron los antepasados remotos de los después llamados pelasgos. Prometeo, que tenía verdadera vocación de maestro, los inició en lo que de mejor tenía la avanzada cultura atlante; por eso sus descendientes, que habían construido, dentro de patrones civilizados,  la primera Atenas, la ciudad olívica, estaban mentalmente preparados para  oponerse a los imperiales, a pesar de su inmenso poder y conocimiento.
-Prometeo es veneradísimo  en Tracia  -se asombró Orfeo- allí dicen que, apiadado del salvajismo y la pobreza de los primeros hombres, robó a los Dioses el Fuego del Cielo para que ellos pudiesen tener uso de razón.

-Mira como se hacen los mitos-  respondió Alcínoo-  El “Fuego del Cielo” era el avanzado conocimiento de la Civilización  Titánica de la Cuarta Raza, la Atlante, que  Prometeo pasó al pueblo de su esposa extranjera, una representante de la joven Quinta Raza, la de “los hombres” tal como los entendemos ahora, y por eso, cuando finalmente lo cogieron prisionero los titanes oceánicos, lo encadenaron a las rocas del Cáucaso, hogar original de sus enemigos, los Arianos Pelasgos. Hubo una guerra larga y durísima en la que los pelasgos obtuvieron sus primeras victorias en nombre de Zeus.
Rabioso, porque los atlantes eran una raza extremadamente pasional, el emperador los atacó en un momento en que no podía disponer más que de la mitad de su flota, porque la otra mitad estaba intimidando a Egipto,  Los vientos la acorralaron y dividieron contra la recortada costa y los barcos de los pelasgos, mucho menores, pero, por lo mismo más maniobrables,  se lanzaron al abordaje, los vencieron y les arrebataron sus grandes navíos.
Sobre ellos, y aliados a los ligures de Iberia que habían sido desplazados por los imperiales, los pelasgos tomaron Creta y  la convirtieron en su principal base de operaciones,, lanzando desde allá una expedición por sorpresa a la Fenicia, en la que hundieron o capturaron una buena parte de la flota de los atlantes. El emperador atlante sobrevivió, pero tuvo que sufrir una larga y angustiosa fuga hasta que logró retornar a su capital. Quiso formar otra flota y otro ejército para vengarse, pero entonces se le rebelaron varias regiones de su propia isla, y ya nunca más pudo ocuparse de aventuras exteriores. 
Los pelasgo-ligures, entretanto, lograron expulsar a los oceánicos de Canaán y luego del litoral de Egipto, donde ayudaron a fundar el puerto de Faros y la ciudad de Sais, en la que entronizaron el culto de Atenea, a quien los egipcios llamaron luego Neith o Nit. Con el mismo impulso, siguieron empujando a los atlantes hasta sus antiguas fronteras. A partir de sus victorias,  sus barcos predominaron tanto en lo que entonces era el mar Mediterráneo-Sahara, que pasó a llamarse el Mar Ligur.
Mucho tiempo más tarde, se atrevieron a  salir a comerciar al mismo Océano, a despecho del monopolio Atlante,  y hasta hicieron planes para invadir el imperio de Poseidonis, que cada día estaba más corrompido y envuelto en guerras civiles, en las que se hostigaban unos a otros con sus terribles armas mágicas, algunas de las cuales jugaban con energías telúricas y climáticas imposibles de controlar completamente, de las que las Escuelas de Misterios no quieren dar detalles, ni a nivel de las Cámaras Superiores de Iniciados.
Por causa de esas manipulaciones del equilibrio tectónico del planeta y de su clima se produjo un terrible terremoto. El Mar Negro, que era un lago, se derramó sobre lo que hoy es el Egeo y hubo maremotos e inundaciones terribles que cambiaron la configuración del mundo, hundiendo las islas de los Titanes  y a todos aquellos antiguos países de sus enemigos, junto con quienes los habitaban. El Norte de África se elevó y luego volvió a descender, las aguas del Mar del Sahara se vaciaron torrencialmente en el Mar Ligur por el desfiladero Líbico y el antiguo cauce marino se convirtió hasta hoy en un gran desierto de arena. Sólo los navegantes y quienes consiguieron refugio en las más altas montañas se salvaron, quedando ellas convertidas en islas, como quedaron Samotracia, Rodas, la Anatolia Alta, Abisinia  y Creta. Creta era una de las pocas donde había dejado hondas huellas la cultura de los titanes Telquines: las más importantes, la ganadería, la metalurgia, el arte de construir navíos y navegar y el alfabeto, que los marinos cretenses introdujeron después en Egipto, Fenicia y Pelasgia.
De los supervivientes de los pelasgo-ligures que habían quedado en las montañas de Iberia y las de la ex-Isla Argelina, llamada hoy Macizo de Atlas, salió el curtido tronco de los Íberos, que se extendieron por las costas del Nuevo Mar Mediterráneo recién formado, ocuparon todas sus islas y la peninsula itálica (hay hasta quien dice que de una de sus tribus salieron también los Griegos Jonios, que fundaron una segunda Atenas en el golfo de Tarento y que más tarde, navegando hacia el Egeo, conquistarían el Ática y fundarían la tercera).   
Después de que las aguas se estabilizaron y de que la línea de costas que hoy conocemos quedara definitivamente conformada, la antigua Liguria, incluída Italia, con Córcega y Cerdeña, lo mismo que la Iliria, la Península Balcánica y las islas del mar Egeo, Del Cáucaso volvieron a salir emigrantes y los nuevos litorales fueron ocupados por una serie de pueblos nómadas y pastoriles de variado origen, procedentes del norte y de Asia Menor, los actuales Pelasgos –siguió Alcínoo-. Los caucásicos que se establecieron al borde del mar Egeo no sabían nada de navegación, de manera que  los supervivientes de los íbero-ligures que habían tomado Creta a los atlantes, en primer lugar, más algunos egipcios y los acadianos fenicios, empezaron a establecer factorías comerciales y colonias y a civilizarlos, poco a poco, acabando por integrarse todos en la cultura matriarcal de la Antigua Diosa Lunar, que ahora era la diosa del Mar, Pontia. Hasta que todo el Mediterráneo Oriental se convirtió en un mar cretense.
             Por entonces fue cuando aparecieron los Aqueos por Italia, procedentes de los Balcanes... En cualquier caso, no tenemos otros documentos de esa época y del origen de los aqueos que las leyendas de transmisión oral cantadas por los bardos, que pueden estar hablando de algo que ocurrió en un lugar que, a lo mejor, tiene el mismo nombre en Italia que en Grecia y que no se sabe si se recogió de un bardo de la generación anterior o si proviene de hace cinco generaciones... Algunas de esas leyendas y canciones de bardos dicen que los helenos aqueos llegaron de Iberia.-
-¿De Iberia? -se extrañó Orfeo- ¿Esa raza tan guerrera vino del País de los Muertos?
-No hablan los aedos exactamente del mítico País de los Muertos, ni siquiera de Iberia, que es un nombre que sólo muy recientemente le hemos dado a esa exótica península del Extremo Occidente, pero sí de unas islas mediterráneas que sobrevivieron frente a su costa oriental (cuyos habitantes eran los antepasados de los íberos), a las que los fenicios llaman Baleares y Pitiusas,, donde se construyeron grandes monumentos megalíticos y se adoraba a la Gran Diosa.
En cualquier caso hay un poema de antiguas gestas, repetido por una sociedad iniciática de bardos cretenses, uno de los cuales, por cierto, era antepasado mío, que cuenta que varias fraternidades de guerreros de raza... digamos ibérica, de la tribu de los Mirmidones (muy agresiva y expansiva, como suelen serlo la mayoría de los pueblos isleños), hartos de llevar una vida mediocre de simples pastores de ovejas en el seno de la civilización matriarcal que dominaba completamente su archipiélago, donde su honroso papel de cazadores ya no podía ejercerse por falta de caza, se lanzaron a la aventura de buscar nuevas tierras que conquistar en una flota de muchas pequeñas naves, costeando el litoral norte hacia oriente... 
            ... Y se acabaron uniendo en las bocas del Ródano, a orillas del Mediterráneo, con cientos de varones que habían migrado desde los territorios de otra tribu de la misma familia ibérica, tal vez  proveniente de Córcega y Cerdeña, la de los Helenos, buscando caza y pesca en aquellas selvas, para los cuales construyeron más naves con la abundante madera del lugar, porque ellos también ellos deseaban conquistar con la espada nuevas tierras y muchas mujeres de las que ellos pudiesen ser los amos.

Ambos contingentes juntos, mirmidones y helenos, formaron la primera “Coalición Aquiya-Wasa”, o “de los Pueblos del Mar”, nombre que se redujo a “Coalición Aquiya, o Aquea”, la cual arrebató, primero, el dominio de Córcega y Cerdeña a los descendientes de los ligures -siguió el rey, señalando puntos en el mapa-. Y sobre todo en Cerdeña, que es una isla muy grande, casi tanto como Sicilia, crearon un reino muy fuerte que estuvo durante mucho tiempo pirateando todo el Mediterráneo. 
Los guerreros aqueos de Cerdeña, que tenían un aspecto como éste –el sabio soberano mostró al bardo una estatuilla arcaica de bronce en la que se veía una figura armada de coraza, escudo, lanza y casco con grandes ojos y dos largas antenas, como de hormiga-, se lanzaron desde allí sobre Italia, conquistando la región frente a Cerdeña; y después de eliminar a los varones y mezclarse con las mujeres capturadas entre las tribus nativas, empezaron a sentar las bases de una sociedad patriarcal. Sin dormirse en los laureles, cruzaron los Apeninos y siguieron exterminando a los varones pelasgos y repartiéndose sus mujeres en el este de la península itálica...
Desde el Sureste sus primos, los jonios, mientras tanto, viéndolos venir, también, matanza detrás de matanza, a por su rico puerto –Alcínoo señaló ahora en el mapa el centro del golfo de Tarento-, saltaron por mar, bordeando el Peloponeso, hasta el Ática, la mejor plataforma sobre el centro del Egeo. Mientras que los aqueos  saquearon cuanto pudieron y luego cruzaron al otro lado del Adriático, al País de los Tesprotes del Epiro.Y también dominaron, seguramente en colaboración con sus primos eolios y dorios, el noroeste de este mar, donde fundaron Helos, en la laguna de mil islas del país de los vénetos. Desde aquella magnífica base nórdica invadieron la Iliria y la Dalmacia.

Hasta ahí, amigo Orfeo –dijo el rey volviéndose-, lo que cantaron los bardos antiguos y lo que me contaron mis abuelas sobre el origen de mi propio linaje... ya que desde el Ática, los jonios tuvieron intensas relaciones de guerra y de amor con Creta y, por fin, uno de sus vástagos llegó a emparentarse con una princesa-sacerdotisa de la dinastía Minos, recibiendo su hija, de la cual desciendo, el gobierno de Éfyra.
En cuanto a los otros griegos, ya puestos en el arranque norte de la Península Balcánica, irrumpieron en lo que hoy se llama Epiro, Macedonia y Tracia, primero los eolios y más modernamente, los propios aqueos mirmidones y helenos. Y acabaron dominando a toda la Pelasgia Egea, a la que llamaron Helas, como tú sabes, transfiriéndole los nombres, costumbres y religión de sus antiguos territorios itálicos.-

Terminó ahí su erudita explicación el rey Alcínoo, ya que su esposa estaba demandando su atención hacía un rato. Orfeo estaba impresionado: muchas veces había admirado aquel impulso determinado, temerario y expansivo de los orgullosos aqueos, al tiempo que se prevenía contra su agresividad, pero nunca hubiese supuesto que hubieran venido, de conquista en conquista, desde un lugar tan lejano como el otro extremo del Mediterráneo.

Aunque sabía que aquel distinguido soberano no podía ni hablar de los secretos que les habrían sido revelados en su iniciación en los Misterios Kabíricos de Samotracia, de un grado claramente más alto que aquella suya, la reservada a los jóvenes príncipes reales tracios, Orfeo recordaba  una versión esotérica de la Historia Evolutiva de las Cuatro Razas que habían precedido a la Aria, lo que  hacía mucho más comprensible, aunque no menos misterioso, todo lo que  fenicios, cretenses y griegos habían registrado en los fragmentarios y parciales mitos exotéricos de sus culturas.
Como bardo, tampoco se fiaba demasiado de la historicidad de los poemas mitológicos y heróicos cantados, repetidos, adaptados, arreglados, exagerados, emparentados y transformados, con mayor o menor fortuna, por sus colegas durante muchas generaciones, según lo que deseara oír el público que les daba de comer, formado, generalmente, por los vencedores que sobrevivieron. -“...Pero así es como se registra la historia y como se crean las tradiciones y el orgullo de los pueblos”- pensó, encogiéndose de hombros

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