quarta-feira, 7 de setembro de 2011

37 (3)- PYRENE Y HÈRCULES


PYRENE Y HÈRCULES

El interesante vate, que se llamaba Jacín, siguió con la historia de Hércules y Pyrene, quienes, desde la primera vez que se encontraron, habían quedado apasionados el uno por el otro. Tras contar ella sus orígenes, le había estado mostrando las fuerzas de que disponía y la fortaleza natural que era el selvático pico en que se refugiara.
Viéndola subir ágilmente por las rocas, apenas cubierta con una ligera túnica corta de montaña, mientras daba inteligentes órdenes a sus fieles guerreros,  Hércules sintió algo que nunca había sentido antes.
Cuando, por la tarde, regresaban al campamento, él la miró a los ojos con la mayor admiración y ternura y dijo:

-¿Sabéis, Señora, que os estoy queriendo mucho?
-Creo que me voy a desmayar... -respondió ella languidamente, mirándolo de soslayo con los párpados entornados. Y él ya la veía, en su imaginación, cayendo entre sus fuertes brazos. Pero se trataba de una hija de reyes de un civilizadísimo linaje y no le pareció bien ser tan elemental y precipitado, a pesar de que el magnetismo que había entre los dos eratan evidente que podía tocarse…así que, con esfuerzo, se contuvo y decidió darle tiempo al tiempo.

Sin embargo, poco pudo esperar su leonino impulso y esa misma noche Hércules se introdujo subrepticiamente en los aposentos de la princesa, burlando a sus centinelas. y siendo acogido con naturalidad por ella en su lecho, como si lo estuviese esperando, puesto que había soñado, toda la primera parte de la noche, que nadaba y jugaba con el forzudo extranjero, desnudos ambos bajo el sol, en una fresca cascada de la montaña; así que no le pareció muy extraño despertarse y encontrárselo a su lado, degustando, con contenida imaginación, la belleza y el perfume de su  cubierto cuerpo juvenil sin osar tocarla. Hasta que ella apartó a un lado las sábanas, abriéndole acceso a su intimidad.

Horas más tarde, totalmente fundidos por el amor, Hércules le prometió que la ayudaría a reconquistar su reino y que vengaría el asesinato de su padre o moriría en el empeño. Al día siguiente, Pyrene ordenó a sus comandantes que coordinasen sus planes de acción con los del griego y poco a pouco, a base de golpes guerrilleros asestados en el tiempo y en el lugar adecuado, el ejército ocupante de Gerión fue debilitándose y debilitándose y sus hombres empezaron a perder la gallardía y el ánimo.
Transcurrieron seis meses en los que ambos amantes se sentían en el paraíso, llenando sus noches de pasión y luchando de día juntos, en la mayor armonía, para conquistar un reino para los hijos que pensaban tener, al tiempo que planeaban una organización social renovadora y utópica, una Nueva Atlántida donde se aunaran la más moderna civilización, comandada por una asamblea meritocrática de héroes y sabios, bien conectados con el Plan Evolutivo para la Nueva Raza, con el mayor grado de libertad de los ciudadanos.
Pero Hércules no se sentía libre. Necesitaba liquidar sus compromisos con el pasado, que eran promesas hechas a los dioses, para poder dedicarse integralmente a la construcción de su prometedor futuro con Pyrene sobre aquel bello país.
Empezó a obsesionarse con la idea de que, si conseguía llevarle a Euristeo el ganado rojo de Gerión, seguramente el tirano consentiría en rescindir su juramento de servidumbre, puesto que se marcharía a vivir su vida a una tierra tan alejada de Tirinto... Claro que podía primero tratar de derrotar a Gerión y luego adueñarse de sus bueyes; pero conseguir arrojarle de Iberia iba a ser, calculándolo con realismo, una tarea de muchos años, dado el gran poder de los ejércitos atlantes.
Así que decidió pedir a Pyrene treinta hombres valientes y bajar a Tartessos de una vez a por el rebaño. Si llegaba triunfante con él a Tirinto y obtenía su libertad, estaba seguro de que podría regresar con un buen grupo de expertos guerreros griegos que le ayudasen a apoderarse de Iberia a cambio de tierras y cargos.

Pyrene, que se encontraba embarazada,  tuvo un mal presentimiento, le pareció un proyecto inoportuno y precipitado y suplicó a su amado que no se alejara de ella en esos momentos para una aventura que sólo a él le interesaba y que suponía meses de arriesgados viajes a lugares distantes. Le pidió también,  que se concentrase en la defensa y ampliación de su territorio, teniendo como primera prioridad conquistar el espacio que los separaba de los resistentes vascos. Y que considerase que su obsesión por liberarse de Euristeo no era más que una prisión puramente mental que él mismo había construído en su cabeza, ya que nadie podría ser más libre que Hércules, si Hércules quería serlo...

...Tampoco le gustó nada que su amante, convencido de la superioridad cultural de sus compatriotas griegos sobre los “bárbaros”, estuviese proyectando buscar mercenarios extranjeros para reconquistar su reino. Eso era sólo un prejuicio de él y no era la mejor manera de hacer las cosas en un país de gentes tan orgullosas e independientes como eran las de Iberia.
                  Envió un mensajero a su hermana Andía explicando el plan de Hércules y pidiéndole su opinión. Ella, como ya lo esperaba, lo rechazó.

          -No importa si toda nuestra vida no sirve sino para consolidar un reino fuerte y seguro en las montañas del Norte –le explicó Pyrene una noche, haciéndose eco de lo que Andía había dicho-, nuestros descendientes llegarán al trono con una misión hereditaria y un destino: extender su dominio hacia el rico Sur tanto como les sea posible. Y esto será o que creará una gran nación de guerreros tenaces e experientes que valorarán lo que tanto les costó conseguir y siempre lo defenderán, con un entrenado espíritu expansivo que acabará extendiéndose por el mar y por otros continentes, aunque implique una gestación de mil años...
-Eso me parece más realista, mi amor-concluiu-, que querer resolver rápidamente, con un grupo de mercenarios ávidos de lucro, contra los que seguro que tendremos que seguir luchando después, para recuperar nuestra soberanía y libertad.


Durante muchos días, el griego estuvo dando vueltas a su cabeza a los pros y los contras de su proyecto, a fin de tomar una decisión acertada; pero, en realidad, ya la tenía tomada desde el principio: se sentía tan atado al compromiso de acabar de pagar sus culpas del pasado y considerarse en paz con los dioses, que ni podía dormir. Cuando le dijo a su amada que partía hacia el Sur, su relación amorosa comenzó a deteriorarse.
Sin embargo insistió tanto y hasta se agrió de tal manera, que Pyrene, con gran dolor de su corazón, tuvo que entregarle sus mejores hombres y dejarlo partir.

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