sábado, 10 de setembro de 2011

62 (6)- COMPASIÓN MAGISTRAL

COMPASIÓN MAGISTRAL

Una tarde que se encontraban tocando juntos ante la cueva del vate, al mudito recogido por Orfeo se le ocurrió unirse a ellos con su flauta. Esto supuso una cierta osadía por su parte, ya que era muy tímido y, por lo general, cuando había visitantes delante, solía mantenerse discretamente apartado, aunque colaborando todo cuanto podía, como hace un buen criado.
No acompañó mal al grupo durante un par de canciones bien conocidas, pero luego Metis propuso un himno que tenía cierta complicación, y el pobre muchacho cometió un fallo de tono tan audible, que las tres ménades se echaron a reír y él se quedó tan colorado y confundido que, por un momento, pareció querer marcharse.




De forma sorprendente, Orfeo se levantó de su lugar habitual, se sentó a los pies del infeliz y recomenzó la pieza en el mismo tono en que el efebo la había abordado, convidándole con los ojos a que le siguiera. Él lo hizo y la maestría del vate logró, no sólo que aquella variación no desmereciera la dignidad del himno, sino que la realzara.
También con la mirada, convidó a Aglaonice, Metis y Hebe a que se unieran en el mismo tono, lo afirmó en el colectivo, y luego dirigió al grupo todo hacia tonos más altos, hasta que se recuperó la forma originaria de la canción. Cuando ya todos fluían en ella, bajó el tono con una sonrisa, grado a grado, y los devolvió a la variación alterna incorporada por el fallo del mudito, acabando con un dinámico remolino musical que iba y venía de la variación al original, arriba y abajo, en escalas bien contrapunteadas, las cuales se fundieron en un final espléndido.

Todos estallaron en una libre carcajada de satisfacción después. Aglaonice estaba admirada del virtuosismo audaz y del amor con el que aquel bardo de bardos había convertido un error en una lección de arte, devolviendo, al mismo tiempo, su autoestima y dignidad a su joven compañero.
            

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