quarta-feira, 7 de setembro de 2011

12- MADRE E HIJA


MADRE E HIJA

Druidesa Anónimo
-Ese es un tipo de hombre muy peligroso, Eurídice, -le dijo su madre y maestra principal, la Alta Sacerdotisa Ninfa, después de su confidencia- habiendo tantos chicos lindos y potentes para elegir, disfrutar una o dos veces y después olvidar, mi niña, te has ido a enamorar de un mago.
-¿Un mago?
-Sí, un mago. Mago es aquel hombre capaz de manipular oportunamente los cuatro cuerpos elementales que nos componen, físico, energético, emoción y pensamientos, tal como domina un carro de cuatro caballos un buen cochero, de forma que obedezcan por completo y unificados a su voluntad rectora. Por lo que me cuentas, ese joven tiene un importante dominio sobre su propia sexualidad. Ese es un tipo de hombre muy difícil de controlar.
-...Pero yo no pretendo controlarlo, madre... -protestó ella.
-No seas ingenua, Eurídice. En las relaciones sexuales, o controlas o eres controlada. Un hombre es un espíritu simple, instintivo, independiente y nómada, con tendencias a lo salvaje, mucho más próximo al animal que nosotras, sobrado de un tipo de ruda fuerza que sólo tiende a desbordarse, a cazar, a competir y a tratar de conquistar y dominar, impulsivo como un toro, rebelde, libérrimo, pasional y variable.  Bien que los conocían las amazonas turánias del Mar Negro. Si no los controlas, te esclavizan, mira los griegos.

-¿Y qué deberíamos hacer nosotras para evitarlo?
-Enfrentarnos directamente y competir de poder a poder con seres tan primarios nos obligaría a convertirnos en ellos, a endurecernos como se endurecieron las amazonas y a dejar de ser nosotras mismas, querida; muy duro trabajo, muy alienante... no compensa. Pero desde que el mundo es mundo, las mujeres siempre hemos podido torearlos agarrándolos bien fuerte por sus dos puntos flacos: lo muy previsibles que son sus reacciones y sentimientos, tan simples y fáciles de satisfacer como los de un niño, y su necesidad imperiosa de sexo, que para ellos significa apenas algo tan elemental como poder penetrar, moverse un poco y derramarse. Primero los dirigimos hacia donde nos interesa por medio de nuestras muy superiores habilidades de atracción, seducción y relación, sin que parezca que los estamos dirigiendo, claro, y luego los hacemos enredarse en su propio deseo, dándoles un poco de largas y estableciendo pactos y compromisos de leal apoyo mutuo, antes de cederles lo único que les interesa de nosotras. Cuando más enredados están les permitimos generosamente, y como un premio a su paciencia, a su dedicación preferente, a su buen servicio y a su delicadeza, que descarguen dentro de nuestro seno toda su energía... Y ahí agarramos al toro: hombre enredado, comprometido, halagado y desenergetizado, hombre dominado.
-¿Por qué? –preguntó Eurídice.
-Porque ese momento de vacío, el único en el que el hombre, satisfechos y disminuidos sus invasores impulsos instintivos, se detiene, se relaja y se abre pasivamente y agradecido, deseando mucho, además, que quedes contenta para poder repetir… ese es el momento ideal para influenciarle, para que te escuche, para ligarle más a ti y a tu empresa personal, para sembrar una sugerencia civilizada en él, para conquistar al conquistador, para conseguir que toda esa fuerza potencial dispersa, puro individualismo en bruto, se canalice y se comprometa al servicio de algo útil: al servicio de una mujer, que es lo mismo que decir al de una familia, de una tribu, de una comunidad. Al servicio de la Vida, que es lo mismo que decir de La Gran Madre.
-Pero si él no se derrama...
-Si él no se derrama, si en lugar de disolverse se coagula, no sólo conserva en sí toda esa fuerza individualista y anárquica, sino que la acrecienta a costa de la tuya, la que sale de ti cuando tú te vacías de tu tensión ardiente... y vete a saber para qué usa él todo ese excedente de poder etérico acumulado y cómo influye en ti cuando tú te quedas vacía y abierta... Los ritos taurinos de la religión cretense mostraban como la astucia y la habilidad de la mujer puede dominar el impulso ciego y la fuerza bruta del varón, …pero ese toro tuyo no es nada toreable.
-¿Por qué no?
- Porque no se entrega del todo, porque conserva para sí su independencia, porque controla su instintividad... y, a poco que te descuides, acabará dominándote por donde más fuerte y más flaco lo tenemos las mujeres: por el sentimiento, que es nuestra espada de doble filo.
-Orfeo jamás ha hecho nada conmigo que pueda interpretarse como una manipulación de sentimientos –protestó Eurídice con firmeza-... Y no utiliza toda esa energía acumulada para dominar a nadie, nació príncipe, no necesita más poder; hasta le sobra... Dice que eleva la energía al corazón y a la cabeza y que la usa para componer sus músicas maravillosas... Una vez dijo, exactamente, que con esa energía sublimada gestaba y paría a los hijos de su creatividad.


-No importa que no él intente dominarte, niña mía, nosotras nos enredamos solas en cuanto no podemos controlar. Yo ya te veo bien enredada ¡Pobrecita! te pilló un hombre así en tu primera experiencia... Además de todo ese autodominio suyo, es un príncipe, un artista y con certeza un iniciado, un hombre acostumbrado a hacer lo que le da la gana y que además tiene un intenso femenino interno muy creativo, que le permite un juego de sentimientos mucho más complejo, versátil y sutil que el de la mayoría de los hombres y que no le dejará sentirse completamente solo nunca... tiene todos los condicionantes precisos para hacerte sufrir, a menos que te resignes al papel de segundona... y tú eres una Dríade de clase, además de una chica brillante y encantadora; tu nombre significa “la que rige ampliamente”, no creo que pudieras aguantarlo... yo que tú permanecería atenta y sin seguir comprometiéndome, a ver si me mandaba la vida, en la próxima siembra,  a alguien más fácil de llevar...



-No madre –respondió Eurídice con determinación-, lo que la vida me ha mandado ya es Orfeo y yo le agradezco muchísimo que me lo mandara. Y me encanta que sea como es, especial, diferente. Mientras él me quiera como demuestra quererme, yo bendeciré al amor y a cualquier sufrimiento que pudiese venirme como contrapartida de la felicidad que ahora me da.
-Eurídice... –finalmente, la Alta Sacerdotisa-Ninfa se decidió a abordar de frente su preocupación principal-... eres una Dríade de la Diosa. No te preparé para el matrimonio, ni para ser una mujer común, sino para  que, después de criar dos o tres hijas para seguirle brindando nuevas sacerdotisas a Nuestra Señora y a nuestro linaje, te consagrases enteramente a vivir como un alma, para que siguieses manteniéndote célibe y soberana el resto de tu vida y concentrada, igual que todas nosotras, en superar las ilusiones del mundo material y vivir  sirviendo a tu comunidad, siendo semilla y vanguardia de la Humanidad para ayudar a ascenderla a un escalón evolutivo mayor, escalón  que nuestros descendientes puedan disfrutar formando parte de la aristocracia espiritual más pionera y conectada, y nuestros espíritus también, cuando vuelvan a reencarnar en nuestro linaje, como la sabiduría de nuestras ascendientes nos enseñó a hacer…Yo no sé si te estás dando cuenta del inmenso privilegio que significó para ti haber nacido en una cuna y una comunidad completamente propicia para facilitarte la realización del más alto de los destinos.

-Madre, perdón, perdóname, - musitó Eurídice llorosa- …Si que me doy cuenta, sí que lo aprecio, pero ya estoy viendo que no soy digna de esa consagración ni de ese alto destino… soy una ingrata y una mujer común… No puedo pensar en otra cosa que en compartir toda mi vida con Orfeo, disfrutando de él, fundida en él y en el placer y la dulzura de su amor, haciéndonos los dos uno…en verdad siento que estoy totalmente, locamente apasionada…
-Haces bien en llamarlo locura, -respondió ella suavemente, pero con firmeza y sin tocarla- cualquier pasión  es una exageración instintiva y emocional, un delirio propio de seres primitivos, un resto insano del poco desarrollo consciencial de la Raza Anterior, que sólo desarrolló el cuerpo astral…que no fue capaz, siquiera, en su mayoría, de cultivar un mínimo de  Mental Concreto, a pesar de que ya tenía que haber llegado a alcanzar el uso de razón en la quinta de sus siete subrazas…Eurídice querida, nosotras somos Arianas de una Cuarta Subraza ya bien avanzada,  y Arianas de la más alta clase, recuérdalo. Si no conseguimos superar las pasiones, disciplinarnos, conseguir la impersonalidad y la neutralidad  y desarrollar el Mental Superior, acabarán haciéndolo nuestros primos, los patriarcalistas griegos de la Quinta Subraza, en lugar nuestro.
          
-No insistas, madre, por favor, por favor –gimió ella con vehemente dolor-. Yo ya no me veo más pudiendo vivir sin Orfeo, no me veo ni quiero verme. Me muero de vergüenza, mas con certeza no tengo evolución espiritual suficiente para ser una buena sacerdotisa, a pesar de ser hija de alguien como tú…Pero estoy segura que igualmente podría servir a esta comunidad  y a la Diosa casándome con un príncipe y estimulando a la corte a promoverla y a devolverle Su antiguo prestigio y privilegios.
- …Eso no estaría nada mal, si saliese bien… -se resignó a responder la Alta Sacerdotisa, al ver claramente que no había nada más que hacer por ahora-… No sería la primera vez que eso sucediese en la historia de los pelasgos…y podría compensar un poco tu renuncia al sacerdocio… pero es una cuestión muy  problemática, mi hija, El padre de Orfeo, un rey con tendencias patriarcales, y su madre, que es una sacerdotisa olímpica, te verían muy pronto como una clara rival política, como una peligrosa influencia  de la tradición matriarcal para su hijo, el príncipe heredero de Tracia. Si persistieses, te irías a enfrentar con un gran reto.



-Si un hombre así supusiera un reto mayor que lo común, yo confío en mí misma lo bastante como para asumirlo... Y no necesito redoblar precauciones ni desplegar estrategias, ni forzar ningún control para obtener ilusión de seguridad: lo que venga del amor para mí, bienvenido sea; y lo que no venga, es que no era para mí.






-Ya veo que estás, no enredada, sino enredadísima con ese hombre –dijo la Gran Sacerdotisa Ninfa con pena, moviendo la cabeza–. En fin, allá tú... Pero por favor, niña, manténte prevenida y cuenta siempre conmigo cuando necesites reflexionar sobre vuestro proceso y, sobre todo, tomar decisiones. La pequeña vidita de tu personalidad no es importante, es una ilusión pasajera, pero tu relación con Orfeo es una relación delicada entre el Colegio de la Diosa más antigua de este país y el Colegio de los nuevos dioses que nos vinieron del extranjero. Y eso sí que es importante.- terminó, con un tono que dejó clara e incuestionable su aristocrática autoridad.
-Lo único que deseo es continuar amándolo como lo amo aquí y ahora, madre, con total confianza y sin preocupaciones, mientras sea posible. Seré cuidadosa con lo que te parece importante, puedes estar segura, pero mantenerme demasiado prevenida sería salirme de la evidencia que siento de que él y yo somos el mismo ser y lo seremos siempre.


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