quarta-feira, 7 de setembro de 2011

37 (4)- CONTRA GERIÓN


CONTRA GERIÓN

Contaron después los bardos que el héroe, lleno de impaciente júbilo, descendió por la costa mediterránea, le pidió prestado su barco al dios Helios para cruzar escondidos desde Mainake hasta la isla Erytia, que estaba junto a la de Gádir (lo que quiere decir que consiguió unas naves de sus compatriotas del emporio jonio, que tenían un sol como emblema en sus velas) y consiguió descubrir los pastos de la famosa gran manada de rojos bueyes y vacas atlantes, guardada por el terrible perro de dos cabezas Ortro, nacido del monstruo Tifón y de Equidna, que había sido antes propiedad del emperador Atlas, y por el jefe de los pastores de Gerión, Euritión, hijo del dios de la guerra, Ares (o sea, un jefe de mercenarios). Hércules luchó contra ambos en el monte Abante, los derrotó con su terrible maza recubierta de bronce e hizo que sus hombres condujesen, de nuevo en las naves de Helio,s a la preciosa manada capturada, hacia Mainake, que aún hoy se llama la Costa del Sol, y después hacia los territorios de su amada, mientras él buscaba a Gerión en la capital de Atlantesos.

Pero otro pastor, Menetes, que andaba por la región apacentando las vacas de Hades, avisó rapidamente a Gerión del robo, y éste salió tras los ladrones con su caballería de élite, mientras Hércules aún andaba buscando la manera de introducirse en su palacio de Erytia. A marchas forzadas, llegó el atlante al gran río Íber que está al pié de las montañas del Norte y rodeó a los cuatreros cuando se disponían a cruzarlo, matando a la mitad de ellos y recuperando su ganado. Los supervivientes intentaron salvarse ocultándose en las altas montañas donde se encontraba su princesa, pero Gerión, antes de poner a sus tropas en peligro en un terreno tan difícil, prefirió mandar prenderle fuego a la cordillera por sus cuatro costados.

Hércules comprendió demasiado tarde que Gerión no estaba en Erytia, y salió corriendo tras las huellas del ganado, con el corazón estrangulado de malos augurios. Ya desde el llano pudo divisar la inmensa humareda, toda la parte oriental de la cordillera parecía estar ardiendo. De noche, su luz iluminaba la carrera desesperada del guerrero peñas arriba, entre las brasas de los troncos calcinados.

Al amanecer, consiguió llegar hasta el refugio de Pyrene, pero ya no había nada que hacer, salvo gritar y llorar desconsoladamente y enterrar a  su amada en la tierra quemada, enterrando con ella al último príncipe de Hesperia que ella llevaba en su vientre, a sus fieles seguidores y a sus sueños ibéricos.

Hércules se propuso levantar en honor a aquel gran amor un mausoleo sin igual, y así, con las fuerzas de su rabia, de su dolor y de su vergüenza por haber tomado una decisión tan desgraciada, acumuló grandes peñascos sobre el monte hasta crear una imponente pirámide de rocas, que hoy parece la cumbre más grande de la cordillera, aunque realmente hay otras de más altura.

-Ahora le llamamos el Pico Canigó -dijo el vate ibérico que había contado la leyenda-, es para nosotros un lugar sagrado y en el solsticio de verano encendemos uma hoguera en su cumbre, la velamos toda la noche y, al alba, bajamos com antorchas de ella para prender los fuegos colectivos de toda la región, a fin de recordar a los protagonistas de esta historia... En honor a  Pyrene, también le llamamos Montes Pirineos a toda la ancha sierra. 

Así él terminó su narración, siendo muy aplaudido por los asistentes. Pero Orfeo quería saber más y le preguntó que había sucedido después con Hércules y con Gerión.

-Gerión -siguió el bardo después de refrescarse un poco-, luego de recuperar su ganado y de prenderle fuego a los  montes,  no quiso, por precaución, regresar enseguida a Atlantesos, y se retiró, en una marcha de muchos días, hacia el extremo occidental de Iberia, para la Tierra de los Gal, donde había inmejorables pastos, algo más al norte de la sierra en la que había desembarcado el tatarabuelo de Pyrene cuando logró sobrevivir al hundimiento de la Atlántida.
Hércules se filtró entre los bloqueos del enemigo y fue a pedir ayuda a los vascos, pero la princesa Andía lo consideró culpable de la ruina de su hermana Pyrene en el Este y no quiso ni recibirle, de manera que tuvo que marcharse sin hombres. Subió también a las montañas de los resistentes astures sin conseguir que siquiera le escucharan. Pero aún así no se desanimó. Solo, fue rastreando durante semanas las huellas del ganado hasta la tierra de los Gal y acabó localizándolo mientras los bueyes rojos pastaban en un verde valle cerca del mar.
Entonces dispersó a sus guardianes con una lluvia de flechas y esperó escondido. Cuando avisaron a Gerión de que le estaban robando de nuevo, él se presentó con sus mejores guardias montados en el lugar. Hercules salió de un salto del bosque, se le plantó delante y gritó su nombre con furia. Gerión tensó su arco hacia él, pero una única flecha certera del griego, directa al centro de su pecho, lo hizo caer del caballo lanzando un bramido de dolor. Aquello satisfizo sus ansias de venganza, aunque no pudo llevar la paz a su propio corazón, vacío y atormentado como un desierto de lava seca.
El forzudo asaetó también, o puso en fuga, a los desmoralizados hombres de Gerión y luego recogió y enterró al atlante en lo alto de un monte que miraba al tempestuoso Océano del que había llegado su raza. Como ofrenda póstuma a la infortunada Pyrene y a su hijo no nacido, levantó sobre la tumba una torre de piedras y encendió sobre lo alto una hoguera, en la que quemó las armas y la enseña de su enemigo. La torre sirve hoy de faro a los navegantes en aquellas aguas tan peligrosas y todo el mundo la llama la Torre de Hércules.
Los vascos descendientes de Andía, junto con los astures,  resistieron y acabaron expulsando de su montañoso territorio a los descendientes de Gerión, de la misma manera que, más tarde, resistirían durante siglos y siglos a cualquiera que tratara de dominarlos y de hacerles perder sus orgullosas identidades a la fuerza, aunque nunca dejaron de aportar sus potencias y su tenacidad a las empresas de quienes supieron tratarles como verdaderos iguales y amigos. Los vascos son los más antiguos habitantes de Iberia y todavía hablan una lengua propia, que es un vástago directo del antiguo idioma de los Atlantes Acadianos.
La hija de Gerión, Erytia, tuvo un hijo con Hermes, Nórax, pero sus súbditos ibéricos, azuzados por los colonos griegos, estaban tan hartos de la prepotencia tiránica de los Oceánidas, que le hicieron huir a Menorca y de allí a Cerdeña, siendo sustituído por la actual dinastía de “Reyes de la Plata” que cambiaron el nombre del reino de Atlantesos a Tartessos. En Menorca y Cerdeña Nórax hizo construir grandes monumentos en piedra, al modo atlante, y por fin murió y con él su linaje, en la ciudad que fundó en la segunda isla: Nora.
Hercules volvió a cruzar toda Iberia y media Europa, teniendo que sufrir grandes trabajos para llevarle parte del ganado a Euristeo, quien, en lugar de aprovechar las excelentes vacas atlantes para mejorar la cabaña griega, despechado por el nuevo triunfo del envidiado siervo, prefirió sacrificárselas a la diosa Hera, celosa y eterna enemiga del coloso.

-Así terminó el décimo trabajo del famoso héroe –dijo el vate pirenaico, echando mano a una taza de vino-. Euristeo aún le encomendó un undécimo, poco después, en el que tuvo que volver a Iberia para enfrentarse al otro rey atlante de África, compinche de Gerión.


Orfeo no quiso abusar del bardo Jacín, que ya había realizado cumplidamente su trabajo, y le dejó que se relajara y se integrara en el disfrute general de la fiesta, pero al día siguiente lo fue a visitar a su cabaña, llevándole como ofrenda de amistad una artística fíbula para capa, en forma de cabeza de caballo tallada en la concha de un molusco, que le habían regalado a él los recientes colonos de Rosas. Jacín agradeció mucho el detalle, lo convidó a almorzar  con él y después le contó la segunda aventura de Hércules en Iberia.

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