quarta-feira, 7 de setembro de 2011

21- MEDITERRÁNEO ORIENTAL:, BELEAZAR


:PARTE SEGUNDA:
EL LARGO PERIPLO
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 MEDITERRÁNEO ORIENTAL: BELEAZAR     



-Yo sólo tengo una patria, la mar. Y mis compatriotas son los otros navegantes, ya sean cananeos, cretenses, pelasgos, egipcios o tartésicos, o de donde les parieran sus madres, incluso los perversos griegos, ricos en engaños. Los navegantes son los que considero mi familia y mis hermanos, aunque a veces tengamos que abordar y lanzar a pique a uno de ellos, sin mala voluntad personal por nuestra parte, porque el negocio es el negocio y la competencia es dura.

           Así hablaba Beleazar, un fenicio de ralos cabellos medio grises y rizados, nariz ganchuda, ojos maliciosos, complexión flexible con algo de feliz barriga y una autoridad que hacía adivinar desde lejos que él y no otro, era el capitán, aunque se encontrase en tierra, lejos de su nave “Astarté”, que era, al mismo tiempo, su diosa, su amor, su casa y su empresa.
“Astarté”, estaba muy bien acabada en maderas de alta calidad y resistencia: cedro, pino, encina y ciprés, pintadas de negro. Y era bastante grande: veinticinco remeros por cada lado. Y alta, para poder almacenar abundantes mercancías. Con la popa en forma de cola de pescado, escamosa, broncínea y con la proa roja y espiral. Aprovechaba la fuerza del viento por medio de velas rectangulares en cuyo centro había una estrella dorada de ocho puntas, distintivo de alianza concedido al capitán tirio por un “Rey de la Plata” ibérico. Todos los remeros eran esclavos encadenados, sujetos a una disciplina dura e inflexible por el cómitre, a los que había que ir renovando sin piedad a medida que se desgastaban.


Navegaban en periplo, lo que quiere decir siempre a la vista del litoral y de día. De noche ancoraban con anclas de piedra en alguna rada o, si tenían forzosamente que navegar, usaban tablas de distancia y se guiaban por las principales luminarias del cielo, basándose en los conocimientos que los  antepasados acadianos  de los fenicios habían aprendido de los turanios caldeos, observando muy especialmente las dos estrellas de la Osa Mayor cuya enfilación da la Polar y tratando de localizar puntos relevantes de la costa. Si la mar se ponía fea, buscaban rápidamente un buen refugio. Si había niebla, palomas amaestradas marcaban el rumbo.
Beleazar era un auténtico lobo de mar que llevaba en su nave mercancías orientales hacia la parte central del continente europeo y había recibido a Orfeo en ella después que él le hubiese hablado de su experiencia con los argonautas.
-Yo me dirijo a llevar un cargamento para los Dorios de la costa Dálmata de Iliria, haciendo antes intentos de negocios en las Islas Jónicas, y luego aún subiré a visitar a la maga Circe en la isla de Eea, para acabar recargando mi nave en Helos, en el extremo noroeste del Adriático, y regresar a Tiro vía Creta y Chipre. Si quieres ir a Iberia por mar, te puedo llevar conmigo hasta la isla de los Feacios, Drepane, en la costa occidental de Grecia en el Mar Jonio y allí tendrás que buscar otra nave que vaya hacia Italia... pero si no es verdad lo que me dices que sabes hacer y no me eres útil, te cobraré el pasaje vendiéndote como esclavo en Pylos -le dijo tranquilamente.

El capitán había podido comprobar durante dos días, tras la salida de Creta, la utilidad del bardo a la hora de armonizar el ritmo con su canto y de amenizar el duro trabajo de los remeros con su música. Luego, al llegar a Pylos, la arenosa, se sorprendió cuando Orfeo le propuso que fuera con él a presentar sus respetos a los soberanos locales, Neleo y Cloris, padres de Néstor, quien, a pesar de su juventud, había competido en la selección para ser uno de los argonautas, aunque se retiró al enterarse de que estaban esperando a Hércules, quien sin duda dirigiría la expedición. Néstor conoció de cerca al coloso en uno de sus peores momentos y no le apetecía lo más mínimo ni estar bajo sus órdenes ni tenerle como compañero.

Los reyes los recibieron con afabilidad e interés, ya que Neleo era tío del rey de Ptía, Acasto, hijo de Pelias, y además amigo de Augías de Élide, dos de los argonautas de mayor linaje, de quienes tenían muchas noticias nuevas.
-           -Traer el Vellocino de Oro fue una verdadera hazaña de la que todos los griegos estamos orgullosos -dijo la reina Cloris-, pero lo que hizo después Medea para devolverle el trono de Yolkos a Jasón es una canallada innoble que ensucia completamente esa gloria: engañó con sus hechicerías a las hijas de Pelias, haciéndoles creer que sabía como devolverle la juventud, y las convenció para que despedazaran a su propio padre.

-Jasón es un idiota, o la debe temer mucho, para continuar unido a semejante bruja que, además, traicionó por él a su familia y a su país. El día que tengan un desacuerdo lo defraudará sin piedad de la misma manera -dijo el rey-. Teseo, que era más listo, no se quiso traer a Atenas a la rubia Ariadna, que también se deshonró ante su padre y su Creta natal al apasionarse por un enemigo de su país y ayudarle. La abandonó sabiamente en la isla de Naxos. Acoger en tu casa a un traidor a los suyos es como meter en ella una enfermedad contagiosa, sólo porque te hizo el favor de librarte de tus rivales.

Neleo tuvo la gentileza, en honor de Orfeo, de darle a Beleazar toda clase de facilidades para sus gestiones en su país, a pesar de ser fenicio, a cambio de que resolviese algunos negocios suyos con los Dorios de Dalmacia; pero no pudieron ver a Néstor, que se encontraba viajando. El tracio lo sintió mucho, porque Néstor era un joven sabio, noble como nadie y sereno, siempre conciliador en las disputas; además, todo un héroe: antes de intentar embarcarse con Jasón había luchado contra los Monolidas, contra el gigante Ereutalión, participó en el enfrentamiento entre los lapitas y los centauros y en la famosa cacería de Calidón, junto con otros argonautas: Meleagro, el gran Anceo. Y Atalanta, que continuaba demostrando, como siempre, que una mujer podía ser tan guerrera como el más guerrero de los hombres.


Beleazar se sintió muy honrado por la visita a los reyes de Pylos  y por las ventajas obtenidas de ella, así que ahora tenía en gran consideración a Orfeo y lo convidó a cenar y a beber en su compañía y a su cuenta, durante las dos noches que pasaron ancorados en el puerto, relajándose y descansando después de los dos grandes días de trabajo que acababan de transcurrir, haciendo tratos comerciales y descargando y cargando nuevas mercancías. 

-Si señor -decía para Orfeo, un poco achispado, tras una buena cena en una de las mejores fondas de Pylos-, mi patria es la mar y mis compatriotas quienes la navegan. Aunque yo haya nacido en Tiro, la bien murada, me he sentido más identificado con un pirata focense que tuve que ahorcar después de tres días de dura persecución y lucha por sobrevivir, que con todos esos gordos tirios que me reciben igual que si yo fuese un simple caravanero que viene de Lidia o de Hatti, casi de ahí al lado ¿comprendes?... y que, según acabo de llegar de un viaje de más de un año a las Islas Casitérides, se pone a regatearme el estaño como si el estaño fuese algo semejante a dátiles y lana y no la sangre de muchos de mis hombres, muertos en una aventura heróica de descubrimientos en los litorales del Fin del Mundo, heroísmo que esa mezquina gente no sabe valorar, porque nunca salieron de sus tiendas en el mercado y ni siquiera tienen idea de lo lejos que se acaba el mar y empieza el Océano.

Presumido y buen hablador, sus temas de conversación eran dos: los negocios y las aventuras de descubrimiento y colonización, que para él eran la misma cosa. Cuando se dio cuenta de que a Orfeo poco le importaban los primeros, se centró en las segundas para captar la atención de aquel tracio de buena cuna que tan bien sabía escuchar y que, además, era capaz de componer una canción con las partes más interesantes del relato oído, a la que luego iba dando forma musical con la lira, sin descuidar por ello su necesario y eficaz trabajo con los remeros.
A Beleazar le gustaba exagerar (él decía que era “creativo” cuando se expresaba) pero, al observar una noche como se reían de soslayo sus tripulantes, después de que Orfeo les cantase un poema sobre una hazaña marina que, tal como el capitán se la había relatado, no era demasiado real, sino más bien todo lo contrario, decidió cuidarse de volver a contarle nada en cuya versión no pudieran estar de acuerdo sus hombres.

-El mundo ha experimentado un retroceso tras la caída del Imperio Minoico -dijo el capitán fenicio, haciendo admirar a Orfeo la calidad de una cerámica del mejor período cretense, adornada con pulpos y otros motivos marinos, que decoraba elegantemente el mejor lugar de la sala- y como imperio se parece a  “emporio”, que significa “establecimiento comercial”, a nosotros y a los griegos nos gusta creer que somos sus herederos y los continuadores de su cultura, pero la verdad es que tan sólo hemos asumido los aspectos más prácticos y superficiales de ella, y que demoraremos siglos en llegar a comprender y a asumir la sutileza y la gran evolución de aquella civilización. Sólo pudieron conquistarles esos aprovechados de jonios después de que la furia de la naturaleza les dejó en la ruina total.

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