quarta-feira, 7 de setembro de 2011

3- ADIÓS, EURÍDICE


ADIÓS, EURÍDICE
Anónimo Anónimo

-Eurídice, mi amor, vengo a despedirme...
-Antes de despedirte, sálúdame, hombre- dijo ella alegremente. Y le rodeó el cuello con los brazos -dame um beso.
Él correspondió al abrazo, la besó, la miró con pena y dijo:
-Mi amor: esta vez me voy a un largo viaje y pasará mucho tiempo hasta que nos veamos de nuevo... Me marcho a la Cólquide con Jasón. Pasado mañana, al amanecer, salgo en un barco para encontrarme con él en Yolkos.
Eurídice era menuda, alegre y llena de gracia, cariñosa y muy femenina. Su hermoso cuerpo, que aún recordaba su adolescencia, ocultaba una personalidad voluntariosa y bastante madura para su edad.
-La Cólquide... ¿Dónde queda eso, Orfeo? ¿Está muy lejos?
-Pues hay que embarcarse y recorrer toda la costa de Tracia y las islas de Lemnos y Samotracia; cruzar el Helesponto sin que se enteren los troyanos y luego el Mar de Mármara; pasar el Bósforo hacia al Mar Negro y costear la Bitinia en dirección al este, siguiendo más allá de los países de los Mariandinos, los Henetes, los Paflagonios –él iba contándolos con los dedos-; rebasar los de los Calibeos, los Tibarenios, los Mosinos y el de las Amazonas... hasta llegar a unos húmedos valles al pié suroeste de la cordillera del Cáucaso. Entonces entrar  con disimulo por la desembocadura  pantanosa del río Fasis, que separa Europa de Asia, hasta Ea, la capital de los colquídeos, que está en el interior. Allí tendremos que conseguir, por las buenas o por las malas, un trofeo para nuestro prestigio... Y después arreglárnoslas para volver, claro.

-¡Pero Orfeo! Si te vas con los griegos, casi todas esas zonas son enemigas para ellos. Habrá peligro de muerte. O de ser esclavizado.
-Sí lo hay, pero van los más selectos campeones de Grecia en la expedición.
-¿Por qué te gustarán tanto los griegos, Orfeo? Tu eres un hombre sereno, dulce, cultivado, incluso trascendente, y ellos son tan agresivos y patriarcalistas... durante milenios tuvimos una civilización equilibrada, cada sexo en su lugar, la mujer dentro, dirigiendo los fundamentos de la vida y manteniendo el orden, el rumbo y la evolución de la comunidad, el hombre en el exterior, protegiendo el territorio, apoyando y sirviendo, igual que los leones. Los griegos están queriendo que el hombre lo dirija todo y que la mujer se convierta en una callada esclava del hogar de su “esposo y señor”... Cuando el hombre manda, la armonía se rompe y el mundo se convierte en una competición despiadada, en un campo de batalla.
         -Mi amor, es sólo un movimiento de la eterna ley de la balanza... el mundo se está expandiendo por causa de los adelantos en la navegación, salimos del huevo del mar Egeo, donde estábamos confinados hasta ahora... nos extenderemos hasta el Cáucaso y la India y el Océano y más allá, si es que hay un “Más Allá del Océano”. Y es natural que en las fases expansivas predomine el impulso masculino... pero, tras la expansión, todo se reequilibrará de nuevo en un universo más ancho, puedes estar segura. Y en el equilibrio universal y en su estabilización, la Gran Diosa volverá a imperar, sostenida y servida amorosamente por todas las potencias del cosmos, para ir gestando en la sombra lentamente las semillas selectas de un niuevo paradigma, hasta que llegue la hora de hacerlasbrotar y crecer, tras lo cual seguirá de un nuevo período de impulso del aspecto masculino de la Divinidad y de expansiónconstructiva de civilizaciones mundiales….Así es como las escuelas iniciáticas dicen que siempre se han desarrollado los ciclos de la historia, Eurídice.

         -...Pero además…¡el Cáucaso… son las montañas míticas de donde vino nuestra raza! Es como un retorno a los orígenes…¡Y eso debe ser lejísimos! …vamos a separarnos por mucho tiempo... ¿qué va a pasar con nuestro amor?
-Nuestro amor es lo mejor que me ha llegado hasta ahora y ha resistido ya varias largas separaciones, Eurídice. Cuando me marché a instruirme con Quirón en la Fraternidad de los Hijos de Cronos, cuando fui a recibir los misterios de Samotracia y Eleusis, cuando estuve en Egipto... Yo pasaba meses o años fuera, regresaba, te encontraba y era como si nos hubiésemos despedido la tarde anterior...
-...Sin embargo -siguió, acariciándola-, hoy sé que todos esos viajes formaban apenas parte de mi aprendizaje elemental, querida mía... Estaba faltando, realmente, la práctica de lo aprendido. Y una práctica frente a la realidad misma... Lo que siento en este momento es algo muy diferente a la emoción de los descubrimientos simples y básicos de la juventud. Ésto que me está ocurriendo ahora forma parte de mi manera de ser, o de mi destino.
-Pero ¿qué es? ¿Qué te ocurre?
-Es una insatisfacción... y un impulso que me corroe. Es una fuerza que hay dentro de mí que, si no la uso para correr por el mundo, para cambiar, para crear, para desarrollar mis potencias y posibilidades... me va a hacer reventar.
-Pero vas a asumir un gran riesgo, Orfeo, a mí me parece que estás queriendo dar un salto hacia lo desconocido, hacia el vacío, a ver qué es lo que pasa... y eso puede ser muy constructivo, te puede abrir nuevas puertas... o muy destructivo, te puedes perder o perder lo que ya tienes... y ahora mismo estás bien respaldado por tus padres y tienes un trono esperándote.


-Sí, ninfa mía –suspiró él-, pero como dijo Quirón, los dioses no se preocupan por aquél que ya tiene padres seguros que lo hagan por ellos. Y si me quedo en la seguridad de mis padres ya sé lo que me toca: más de lo mismo hasta que tenga cuarenta años...
Se desprendió suavemente de ella y dio algunos pasos por la estancia, como nervioso. Luego se volvió, mirándola de lado:
-Tengo algo más que contarte. Te va a sorprender. Es mejor que te sientes...
------------------------------------------------------

Horas más tarde, abrazado al cuerpo desnudo de Eurídice y sintiendo todavía la cálida vibración de sus recientes juegos de amor, Orfeo recordaba con gran agradecimiento la maravillosa manera en la Eurídice le había mostrado que le quería como él era, aceptando sin alterarse su renuncia al trono. Por eso se entristeció al pensar lo que aún tenía que decirle:

-Me gustaría que esperaras por mí, pero no puedo pedirte que lo hagas.
-¿Por qué no, mi amor? -respondió ella mimosamente, volviéndose hacia él en el lecho y entrelazando los cuerpos de ambos.
-Porque no sé si podré volver, ni en que circunstancias, ni cuando: este viaje irá por lugares misteriosos y salvajes, con pueblos muy primitivos, en el extremo oriental de nuestro mundo... las rutas, poco conocidas, el mar peligroso y traicionero, siempre cambiante; además, también las personas cambian, puedo cambiar yo, puedes cambiar tú...
-Yo soy tú, Orfeo, cambiaré siempre al mismo ritmo en que tú cambies. Como cuando danzamos juntos, o cuando hacemos el amor.
-Somos muy jóvenes los dos, pueden aparecer otras personas...
-Si aparecen, que aparezcan y desaparezcan; lo nuestro es mucho más fuerte.
-¡Puedo morir en esta aventura, Eurídice, o quedar inválido!
-Si quedas inválido, te juro que te cuidaré toda mi vida y que te amaré con el alma, si no nos pudiésemos amar con el cuerpo y el alma. Si mueres, te juro que iré a buscarte al País de los Muertos, Orfeo.

Nenhum comentário:

Postar um comentário