quarta-feira, 7 de setembro de 2011

19- EL LABERINTO CRETENSE


EL LABERINTO CRETENSE

Capítulo abierto a la creatividad  plástica

ARGUMENTO INICIAL:

        Así conversando, fueron bajando hasta una pequeña playa solitaria donde Hércules había estado modelando sobre la arena su propio laberinto personal, el que representaba los ciclos ya vividos y aún no vividos de su vida, siguiendo la misma planta del plano minoico, pero elevando o descendiendo en tres dimensiones los senderos, según la intensidad con que había vivido cada parte de cada ciclo.
-Estás hecho un artista, Hércules -le felicitó sinceramente el tracio, que no le conocía su faceta constructiva. La mayoría de la gente creía que no se trataba más que de un forzudo sin seso y acerca de su fuerza y de sus innumerables hijos versaban sus leyendas. Mas Orfeo sabía que Hércules había tenido una esmeradísima educación, tanto en Tebas como, sobre todo, en el monte Pelión, junto a aquel maestro de maestros que el centauro Quirón fuera.
El laberinto le había quedado muy atractivo, parecía un jardín de arena en distintas alturas. Medía unos veinticuatro pasos de largo por doce de ancho.
-Ésto es sólo un ejemplo más de cómo un rudo griego puede aprender de la antigua sabiduría cretense... -dijo él sonriendo-. Tuve que reconstruirlo, porque los muchachos de la vecindad me lo arrasaron a los tres días de terminar su estructura. Eso me obligó a llamar a sus padres, poner cara de aqueo invasor y amenazarles con que yo también podría arrasar algunas de sus cosas si no contenían un poco a sus hijos y les enseñaban respeto. Ahora nadie viene por aquí y me dejan en paz.
Orfeo sonrió. Podía imaginarse el terror de los pobres vecinos cuando vieron llegar al coloso enfadado. Hércules no necesitaba hablar demasiado fuerte para meter miedo a cualquiera.
-¿Ves? -dijo a Orfeo- A este tamaño puedo verlo perfectamente en su totalidad y en tres dimensiones, mucho mejor que tener que imaginármelo sobre las ruinas, a partir de la planitud del mosaico, como estuve haciendo durante el primer mes.
Aquí empieza el sendero, abajo del todo, y luego va subiendo a medida que voy tomando consciencia del mundo al que acababa de llegar, primera infancia; y luego hay todos esos altibajos... adolescencia... Esta subida tan grande es la escuela del centauro Quirón, en la que tú y yo nos conocimos, y también a Jasón, y a tanta gente de primera...... Y esta otra subida es cuando conocí a mi primera esposa, Megara, y esas otras cuando tuve a mis pobres hijos... Si hubieran podido vivir, sus propios laberintos personales podrían estar desarrollándose al lado del mío, como crecen los robles jóvenes al lado del viejo...-

Orfeo se hizo cargo, con pena, del sentimiento de su amigo. La vengativa diosa Hera lo había enloquecido y su locura causó la muerte de sus hijos. Para purificarse, el Oráculo de Delfos le dio el consejo a él, al más fuerte y libre de los hombres, que se pusiese al servicio del despreciable tiranuelo Euristeo de Tirinto durante doce terribles años. 
-Esta otra alta subida fue mi oportunidad de participar en la gloriosa expedición de los argonautas y esa tremenda bajada cuando mi oportunidad se frustró apenas llegar al Asia... ¿Ves desde aquí? -siguió Hércules dando una vuelta alrededor de la espira-. Esta sierra son los doce trabajos que me ordenó realizar Euristeo, para perderme... ¡Las bajadas y subidas más grandes de mi vida!
-En verdad es una sierra, pero de las de cortar madera –observó Orfeo, admirado-. Eres una persona de totales extremos, Hércules, no hay términos medios ni suaves subidas o bajadas, ni llanos en los caminos de tu laberinto vital, todo es un puro balance violento de un polo al polo contrario. Pocos, menos fuertes que tú, podrían resistir una vida así por más de treinta años.

El coloso suspiró: –Pues para eso es este laberinto de la Diosa Madre Pontia... para que uno pueda tomar consciencia del ritmo al que va por los ciclos de su vida... Yo nunca había percibido antes como se repiten y repiten las mismas vueltas cada determinado tiempo, como se desaprovechan, una y otra vez, las mismas oportunidades en cada giro preciso de nuestro caminar... pero ahora...
-¿Ahora... qué?
-Ahora ya no voy a caminar más a ciegas por la vida, dejándome llevar pasivamente por la pura reacción a la acción, Orfeo, dando bandazos y rebotes sin rumbo, como la pelota de un niño pequeño contra las paredes... ahora quiero tomar en mis manos, dentro de lo posible, las riendas de mi propio destino y calcular la jugada siguiente antes de jugar.

-¿Y cómo vas a calcularla? –respondió el bardo tristemente- El futuro es imprevisible, somos juguetes en manos de dioses caprichosos o irresponsables... mira lo que ocurrió con el refinado imperio del linaje de Minos de Creta, mira lo que a mí me ocurrió con Eurídice... cuando más triunfantes nos sentíamos, cuantos más bellos planes de futuro teníamos, llega un ciego cataclismo natural, o llega una maldita cobra vengativa y destruye nuestros planes y nos convierte en un desierto seco...
-No, mi amigo -dijo Hércules-, no es eso lo que yo he aprendido aquí... observa las sierras de ese laberinto, a tal acción, tal reacción. Y del mismo grado e intensidad. Los dioses no son tan caprichosos, hay unas leyes que han de respetar, lo mismo que nosotros: la del balance, la de la compensación y la de la regeneración... Somos los arquitectos de nuestro propio futuro... si queremos recoger frutos en el verano, hemos de sembrar antes con esperanza, en el pudridero del otoño, pasando con serenidad por los aparentemente estériles tiempos del invierno, en los que se gesta la primavera, que al final siempre llega...
-¿Y cómo piensas sembrar el futuro que deseas cosechar, Hércules? -preguntó Orfeo, nada convencido.
-Antes de poder sembrarlo y después gestarlo y parirlo, creo que lo primero es saber exactamente lo que uno quiere conseguir en el próximo y tal vez último ciclo de su vida... y eso es lo que más estoy meditando en estos últimos días sobre este laberinto, Orfeo. La mayor parte de lo que constituyen los objetivos habituales de la humanidad común , ya me resbalan. Sí, sí, me resbalan, me dejan indiferente... Creo que lo único a lo que merece la pena aspirar, colocando en el asador para lograrlo, por supuesto, toda la propia carne, atención mental constante, emociones, conexión espiritual y actuaciones, es... la inmortalidad.
-¿La inmortalidad? –se asombró el tracio- ¿Conseguir librarte de la muerte? ¿O... estás hablando de conseguir fama duradera?
-Fama duradera, creo que ya conseguí bastante ya la vi convertirse en los cuentos más absurdos y llega, no me satisface más vivir o trabajar para dar brillo a un personaje ficticio. Morir nunca me ha asustado y he expuesto mi vida a la muerte en tantas ocasiones que mi relación con ella ya se ha convertido ¡en un juego!... juego que algún día ella ganará, naturalmente –sonrió el forzudo-. Lo que significa Inmortalidad para mí es alcanzar en esta vida, o al traspasar la puerta de la muerte... eso que podría llamarse el estado divino.
-Quiero decir -continuó explicándose, al ver como el asombro de Orfeo aumentaba-, liberarme, de una vez por todas, de las limitaciones a las que está sujeta la ligación de nuestra consciencia a este cuerpo, sus compulsiones y sus necesidades, a estas emociones tan reaccionarias y a esta mente tan cuadrada, en fin a todos estos cuerpos materiales que tenemos , tan efímeros, tan vulgares, tan superficiales y tan encadenados a la vida a ras de tierra  y a la eterna repetición de los mismos mezquinos deseos y comportamientos egocéntricos.
-Picas muy alto, amigo Hércules –respondió el bardo con admiración-... Yo no aspiro a tanto, me conformaría con la inmortalidad física, y no para mí, sino para Eurídice, y ni siquiera por demasiado tiempo: el justo para que pudiésemos acabar de vivir juntos lo que nos quedase de juventud con vigor... Y luego, puestos a pedir, pediría que muriésemos, también, juntos.
-No sé quien pica más alto en sus aspiraciones, Orfeo, si tú o yo. Deseo que consigas lo que quieres y creo que si existe alguna llave que abra todas las puertas del Universo, esa debe ser la llave del amor... aunque  presiento que amor debe tener dimensiones más sublimes que la de la compañera, los amigos, los hijos, incluso que la de la propia patria o raza. Yo he vivido mi vida a plena intensidad, camarada, no le temo a ningún dios, confío en que siempre habrá otros dioses,  menos temibles y más amorosos, que me ayudarán y creo que el hombre, cualquier hombre, lleva también dentro la semilla de un dios.
-Eso es lo que contaban en Samotracia, Monte Pelión, Eleusis y Sais, hermano Hércules. Iniciaciones no faltaron…. pero una cosa es la teoría iniciática y otra vivir la teoría sobre este mundo tan poco divino  –dijo amargamente el bardo.
           -Es que  me está pareciendo  -siguió Hércules-  que el único sentido de esta vida nuestra en este mundo tan poco divino, como tú lo llamas,  es sólo proporcionarle  a nuestro  anhelo de divinidad estímulos y oportunidades para que se desarrolle, camarada... Y todo guerrero sabe que le llegarán mayores oportunidades cuanto más altas y aparentemente imposibles sean sus aspiraciones sus dificultades, porque convertirse en un dios significa dejar de amilanarse ante lo aparentemente imposible, o ante lo que parece demasiado alto...  “A mayor campeón, mayor desafío”, nos decía Quirón, ¿te acuerdas?,,, Pues claro que esas pretensiones significan, también, tener que afrontar mayores pruebas, mayores trabajos...
Yo he hecho, en verdad, casi todo lo que he querido, acepté y cumplí los retos y misiones más arduas y escabrosas... y también he pagado muy caro por ello -continuó melancólicamente el coloso-. Este mundo está bien sujeto a la ley de la compensación. No, no me sentiría muy triste ni echaría nada de menos si tuviera que morir ahora mismo, porque ya he vivido mucho de lo que este plano puede ofrecer a un hombre. Lo que me molestaría es que todo lo que he vivido no sirviera para ayudar a construir un mundo mejor ni para ayudarme a  acceder a otro plano superior de la existencia.

…Pero jamás dudo de que si el padre Zeus, a quien considero mi Yo Superior,  es algo, ese algo es la Justicia Divina, y el resto de los dioses son apenas los primeros ramalazos de las ondas de sus líneas de pensamiento, en las que esa justicia, hecha de amor, firmeza y equilibrio, se manifiesta a través de todos los hilos del tapiz mental del Ser en el cosmos. Creo que tú y yo, y toda la gente y el mundo que conocemos, somos apenas puntos de uno de esos hilos que se agitan al agitarse el tapiz todo con la pulsación de la más ligera expresión de la vida mayor.
...Y ante la magnitud de esa Alta Justicia Impersonal –terminó Hércules-, creo que el acto más inteligente y valeroso que puede realizar un guerrero es rendirse a Ella, aceptar que todo cuanto ocurre en su vida es el resultado y la cosecha de cuanto su concentrada atención sembró anteriormente para sí mismo. Por tanto, renunciar a seguir sembrando para  uno mismo y a cualquier plano y proyecto personal y entregarse al Plan Divino, rogándole a su Ideador que nos permita entender cómo debemos servirle.

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